Humberto
Silva Duque

¡Besos que empalagan, pecados melosos!

“Si hay algo que empalaga con placer son los besos de una mujer y un buen golfeado

Diría Joao, propietario de uno de los establecimientos pioneros en la elaboración de los golfeados en Venezuela, ubicado en la carretera hacia el pueblo del Junquito y con el cual deleita día a día a una clientela cautiva que encuentra una parada obligada para probar esta especialidad endémica de nuestra gastronomía local.

A Joao le conocí hace mucho tiempo, cuando por razones de trabajo de mi padre nos hacíamos de nuestras maletas para pasar fines de semana entre el Junquito y la Colonia Tovar.  Amable, generoso y con un marcado acento portugués, que parece que recién desembarcara en el puerto de La Guaira proveniente de su hermosa isla de Madeira en Portugal, nos llenaba en aquellos días de golfeados calientes con su buena porción de queso de mano, tan fresco que daba la sensación de deshacerse en la boca junto con lo meloso y especiado de su producto estrella. Tanto es la demanda del producto que difícilmente lo podemos ver exhibidos, ya que la rotación es tal, que prácticamente lo sacan caliente del horno a las manos de la clientela.

Recuerdo haberle preguntado acerca de sus inicios en esos menesteres y si sabía cuál era el origen del golfeado. Por supuesto, la respuesta no se haría esperar, “ yo llegué a finales de los años 50 a este país, y desde entonces trabajé en la panadería de un tío que había llegado años antes, no pudo precisarme el origen de los golfeados, pero los preparaba con tanta devoción que fue de esa manera que explico que lo tierno de la masa,  lo meloso y dulce del papelón, panela o piloncillo, con el sutil toque salado del queso, es solo comparable con los besos de las mujeres que besan con pasión ”.  Acotaría Joao.

Definitivamente Joao tiene mucha razón en su forma de describir los besos con los golfeados, ¿o no? Aquellos que estamos comprometidos por la buena panadería, sabemos que la única manera que los productos salgan bien, a parte de los ingredientes, es la pasión con que se hacen las cosas, sin discusión alguna.  Solo de imaginar los ingredientes que lleva en su configuración nos da la sensación de ser un gran producto. Imagínense ustedes, anís dulce, canela, papelón, panela o piloncillo, azúcar y queso blanco duro rallado; de no ser por este último ingrediente, pareciera que estuviéramos hablando de un pan de las mil y una noche, de esos que nos lleva por los caminos de las especias, que nos transportan a olores y sensaciones de tierras lejanas, de soleados días y noches heladas.

Pero gracias al queso y al papelón, panela o piloncillo nos adentramos por esos caminos de nuestra Venezuela, donde nos gusta lo salado con lo dulce, lo melao escurriéndose por nuestros dedos y la sensación del placer de haber pecado por golosos. ¡No importa! Comerse un golfeado puede que para algunos les produzca un remordimiento extremo por los niveles de caloría que contienen, otros no escatiman esfuerzos para ir tras la búsqueda de un buen golfeado.

Hoy día con esta diáspora venezolana por todo el mundo, muchos emprendedores han venido a suplir esa necesidad de comer un producto de calidad para no olvidar aquello que nos identifica; confieso que muchos de ellos tienen una receta muy buena y una clientela envidiable. Otra referencia son los que elaboran en el Instituto Europeo del Pan, en Caracas, lugar donde aprendí hacerlos y centro de operaciones donde Juan Carlos Bruzual, su director, seduce a sus seguidores con su golfeado meloso, enhorabuena para él y el gran equipo del Instituto.

Suelen decir que nuestros golfeados son una derivación de los famosos roles de canela, muy alejados de la realidad, y en lo único que coinciden es en la forma de espiral y que llevan canela, pero del resto son totalmente diferentes, altamente cautivadores, seductoramente embriagantes y clientes fieles rendidos ante ellos, capaces de soportar esperas para lograr tener su recompensa y saciar las ansias. Los golfeados no entienden de clase social, es un osado que sabe cómo moverse donde lo inviten, no tienen pudor para dejar escurrir su dulzor y entre más caliente mejor se siente.

Desde deconstrucciones propia de la alquimia molecular a formatos minimalistas, desde panaderías populares o la irrupción en centro comerciales, desde escuelas de panadería hasta empresas de catering, tienen al golfeado como una opción criolla para llenarnos de gusto y placer.

¿Besos que empalagan, pecados melosos? Solo usted lo sabrá. Si aún no ha probado uno, no olvide a Joao y sus golfeados; a lo mejor, cada vez que probemos uno, recordemos que pecar por meloso no es tan malo.

 Buen provecho.

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